lunes, 29 de agosto de 2011

Cuerdas anticordura.

Comerte el cuello. Botellas sin cuello, el cuello atado por cuerdas anticordura de un incauto que se enamoró de la vida y Le dio plantón en el altar de los sueños de aquel que antes era cuerdo. Un altar para una musa, perfecta, y la musa, llamada Vida, le abandona a su suerte, a las tardes tranquilas y desesperantes de un poeta acabado. Una tarde tranquila, ¿Verdad, absenta? Y no fueron chupitos, el elixir directo de la botella al cuello. El cuello lleno de besos, de ella, de la musa, Que vuelve, aunque ambos sabemos que solo esta aquí por ahora, que volverá a irse, tal vez mañana, tal vez duerma otra noche en mi cama o tal vez quiera quiera jugar al escondite. Lo sabremos por la mañana.



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