martes, 6 de diciembre de 2011

Y no sabes lo que siento cuando te hago sonreír.

Pero ya no sonríes. Joder. Y no puedo preguntarte por qué. Es frustrante. Y aunque pudiera no lo haría, no sabría cómo hacerlo. Te pierdo, y me da rabia por no saber cómo evitarlo. Que todo lo que decía Carlos Salem con sus Co-Razones es verdad. Que no tengo cojones de decirle que no a nada. No soy capaz. Y esos sueños que en sueños quedan, y la falta de valor para pedirle realizarlos. Y le pierdo, a él, a su sonrisa, a sus rizos, todo por lo que he luchado. La esperanza y las ilusiones, que también luché por ellas y ellas me abandonan ahora, valientes cobardes. Y yo también cobarde.


¿Sabéis qué? Que después de todo, ni siquiera sé si lo que he escrito tiene el más mínimo sentido, o si son todo incoherencias de una loca con demasiado miedo para decir lo que siente fuera de sus textos, o de sus tablones. Pero eso a nadie le importa, ni a la loca le importa siquiera, porque hoy se empieza a morir por dentro y siente los tejados en el suelo y el suelo en el cielo.


Y lo único que quiero es que llegue alguno más loco que yo, y yo sea la cuerda que nos sujete mientras hacemos puenting sobre la tristeza, dando un salto de alegría.

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